Aquella mañana se volvía cada vez más dura. Aún siendo verano, el frio en el Muro no perdonaba, y cada dos por tres los caminos de lo alto de este se congelaban. La pasada noche el frío fue alto, así que por la mañana tocaba a los constructores esparcir gravilla por los caminos para evitar las caídas accidentales. Y ese trabajo le tocó al pobre de Alyn.
Si bien era cierto que su mayor ocupación como constructor era hacer reparaciones de los edificios del Castillo Negro, también tenía ocupaciones en la herrería. Su pasado como herrero era muy útil para Torrhen. Aunque, en lo personal, Alyn odiaba ese trabajo. Fue precisamente por eso que abandonó Puerto Blanco para vestir el negro. Mejor vestir el negro que no ponerse negro con un trabajo que odiaba, y del cual nunca pasaría del cargo de aprendiz.
Aquel día le esperaban un buen par de barriles llenos de gravilla en el ascensor de subida al Muro. Subió lo más relajado posible y, una vez en lo alto del todo, se dispuso a descargar los barriles. Tubo suerte que allí arriba le esperasen un par de compañeros. Allí, se dividieron el trabajo: Mientras que él se encargaba del lado oeste, los otros dos se ocuparían del este. Decidido, los dos compañeros no tardaron mucho en ponerse a trabajar y alejarse de Alyn...
Los bribones eran listos para encargarse del lado más sencillo y entre dos, pero a Alyn no le molestaba. Al contrario, prefería trabajar solo allí arriba, pues así podía tardar mas rato y observar tranquilamente las vistas. Según le escucho una vez al lord reclutador, las vistas de lo alto del Muro eran las más elevadas, incluso más que el Nido del Águila. Le costaba de creer, pues según otros hermanos el Nido era mucho más elevado... y las celdas de sus mazmorras también.
Envuelto en sus pensamientos, la cerveza que se tomó con su desayuno empezó a pedirle con insistencia su salida... Una buena meada desde lo alto del Muro, típico en los capas negras, deseo de cualquier sureño que visite el Muro... Si es que lo visitan. Se tomó su tiempo, como para todo. Observó donde meaba, intentó hacer puntería en algún que otro árbol... y observó. Sobretodo observó.
Desde el centro del Muro no se podía ver bien lo que pasaba entre los arboles del bosque, pero desde el extremo la vista mejoraba. Pudo llegar a ver a un pequeño grupo de lobos, a lo que parecía el cadáver de un animal muerto desde hace un par de días, y a...
No, no se lo creía. Nunca en su vida los había visto, y menos cerca de esa zona. Ya sabía de sus hábitos, de sus costumbres, de lo que podían hacer cerca del Muro, pero la dirección en la que se dirigían no era hacía lo que indicaban esos hábitos, esas costumbres...
Rápidamente se ocultó de su vista, aunque parecían no haberlo visto. Dejo todo lo que estaba haciendo (aunque, realmente, poco le quedaba por hacer ya...) y se dirigió a las escaleras. Las bajó tan rápido como pudo, pues en la jaula tardaría demasiado, y se dirigió hacia el comedor. A esa hora tanto el lord comandante como la mayoría de exploradores estarían allí tomando el desayuno.
Entró, y lo primero que dijo dejó helados a muchos hombres allí presentes...
-SALVAJES!
Si bien era cierto que su mayor ocupación como constructor era hacer reparaciones de los edificios del Castillo Negro, también tenía ocupaciones en la herrería. Su pasado como herrero era muy útil para Torrhen. Aunque, en lo personal, Alyn odiaba ese trabajo. Fue precisamente por eso que abandonó Puerto Blanco para vestir el negro. Mejor vestir el negro que no ponerse negro con un trabajo que odiaba, y del cual nunca pasaría del cargo de aprendiz.
Aquel día le esperaban un buen par de barriles llenos de gravilla en el ascensor de subida al Muro. Subió lo más relajado posible y, una vez en lo alto del todo, se dispuso a descargar los barriles. Tubo suerte que allí arriba le esperasen un par de compañeros. Allí, se dividieron el trabajo: Mientras que él se encargaba del lado oeste, los otros dos se ocuparían del este. Decidido, los dos compañeros no tardaron mucho en ponerse a trabajar y alejarse de Alyn...
Los bribones eran listos para encargarse del lado más sencillo y entre dos, pero a Alyn no le molestaba. Al contrario, prefería trabajar solo allí arriba, pues así podía tardar mas rato y observar tranquilamente las vistas. Según le escucho una vez al lord reclutador, las vistas de lo alto del Muro eran las más elevadas, incluso más que el Nido del Águila. Le costaba de creer, pues según otros hermanos el Nido era mucho más elevado... y las celdas de sus mazmorras también.
Envuelto en sus pensamientos, la cerveza que se tomó con su desayuno empezó a pedirle con insistencia su salida... Una buena meada desde lo alto del Muro, típico en los capas negras, deseo de cualquier sureño que visite el Muro... Si es que lo visitan. Se tomó su tiempo, como para todo. Observó donde meaba, intentó hacer puntería en algún que otro árbol... y observó. Sobretodo observó.
Desde el centro del Muro no se podía ver bien lo que pasaba entre los arboles del bosque, pero desde el extremo la vista mejoraba. Pudo llegar a ver a un pequeño grupo de lobos, a lo que parecía el cadáver de un animal muerto desde hace un par de días, y a...
No, no se lo creía. Nunca en su vida los había visto, y menos cerca de esa zona. Ya sabía de sus hábitos, de sus costumbres, de lo que podían hacer cerca del Muro, pero la dirección en la que se dirigían no era hacía lo que indicaban esos hábitos, esas costumbres...
Rápidamente se ocultó de su vista, aunque parecían no haberlo visto. Dejo todo lo que estaba haciendo (aunque, realmente, poco le quedaba por hacer ya...) y se dirigió a las escaleras. Las bajó tan rápido como pudo, pues en la jaula tardaría demasiado, y se dirigió hacia el comedor. A esa hora tanto el lord comandante como la mayoría de exploradores estarían allí tomando el desayuno.
Entró, y lo primero que dijo dejó helados a muchos hombres allí presentes...
-SALVAJES!